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ABSTRACCIÓN INTERPRETATIVA
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THAUMIEL: La escala inicia con un patrón vertical de difumino que establece una percepción de movimiento continuo en la obra. En el encuadre central, una forma humana negra yace meditabunda; empero, lúcida, ya que obliga su estado de concentración uniendo el mentón al pecho. Se yuxtapone una forma humanoide dorada que representa una energía que está siendo invocada. El dorado brillante, preponderante por su jerarquía y la constancia del ritmo irregular vertical, sugieren el dominio absoluto de su influjo.
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PERISPIRT:  En primer grado del ámbito de visión, diversas manchas grisáceas invaden con mórbida expresión a un cuadro carente de color. Profundizando el enfoque, la imagen de un periespíritu conserva su aspecto de sustancia traslúcida; empero, ondas en su contorno hipnotizan y sugieren movimiento. En el nivel más recóndito de la obra y solo conseguido con la técnica de Rorschach, individuos conspiran en esa oscuridad, por defecto. La vileza emitida por el complot es filtrada ya que logra imponerse la imagen etérica del protagonista.
 
LE MEDIUM:  En el fondo soterrado de la obra, se encuadra una forma humana de apariencia etérea. Junto a ella, dos humanoides con estructuras intrincadas visibles, bifurcan y se yuxtaponen desde el dorso. La expresión humana sugiere determinación, pese a que los humanoides formados a su diestra y siniestra enuncian dilema. Mediante trazos verticales con difumino, se apela a formar un halo circundante que contiene aquel Ser. La ausencia de color denota el estado de ánimo introspectivo que exige su consciencia.
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EIDOLON:  El cuadro es la fotografía de un componente de cuero negro, conseguida en plano de detalle, la dimensión principal. Su textura natural se asemeja a ondas de un fluido en reposo, que se desplazan. Dos figuras humanas superpuestas y de color grisáceo se encuadran desde la mitad inferior, respecto de una equivalente, pero reluciente, que encuadra la parte superior de la obra. Pese a que las figuras permanecen en suspensión, la textura del cuero provee el efecto del desplazamiento de la figura reluciente, la ascensión de un desdoblamiento astral en curso.
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QLIPHOMAGUS: El viajero libre transita un cielo de cristal translúcido, acompañado por aves que lo escoltan, símbolos de pensamientos propios y ajenos que lo siguen. Cuando el peso de la persecución lo alcanza, su mirada las reduce a frágiles y arrugadas hojas de papel, deshechas por la fuerza de su mente. Luego, al deslizarse por debajo del cristal, recupera los escritos de aquella papelera akashica, para absorber su sabiduría. Este acto revela su capacidad para transformar percepciones internas y externas y reconfigurar la realidad que otros proyectan sobre él, siempre cambiando, siempre fluyendo, como una serpiente que cambiando y se renueva. Qliphomagus es siniestro cuando recorre el cielo y, paradójicamente, diestro cuando transita las sombras, pues allí, donde los senderos son menos concurridos, olvidados o de menor transcendencia, es cuando se aleja mejor de los peligros más severos. En esos espacios ocultos de aquellas conchas olvidadas, su ímpetu curioso y libidinoso simboliza su búsqueda de sabiduría, desafiando sus límites de lo perceptible con cada paso, ora despierto, ora sonámbulo, buscando su destino manifiesto.
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ECTOPLASM: La composición evoca el clímax silencioso de una sesión espiritista, donde la materia cede ante la voluntad psíquica y lo intangible cobra forma. En medio de una atmósfera densa y cavernosa, la figura central se manifiesta como una silueta translúcida en proceso de ebullición ectoplásmica: una sustancia interdimensional que brota del trance profundo de un médium. Las extremidades, alteradas y desfiguradas, sugieren una lucha entre la forma y el vacío, entre lo invocado y lo no nacido. Los objetos que porta —cúmulos de energía condensada— no obedecen a leyes terrenales, sino a la lógica fragmentaria del más allá. El fondo amorfo y la luz espectral confirman la naturaleza parapsicológica del fenómeno: un instante en que el espíritu se proyecta al mundo físico con violencia simbólica. Ectoplasm no representa a un ser, sino a una manifestación. Es el eco visual de un rito donde el cuerpo es solo el canal.
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PSYCHONAUT: La escena se desarrolla en un entorno nebuloso y etéreo, donde veladuras verticales envuelven la figura escultórica con una cadencia hipnótica. El rostro, sereno y de ojos cerrados, transmite un estado profundo de introspección, como si habitara un plano mental más allá de lo tangible. La figura, despojada de color, se manifiesta en un gris espectral que potencia su cualidad incorpórea y meditativa. Las pinceladas difusas que descienden refuerzan una sensación de tránsito, de descenso o elevación del alma, mientras la textura lisa del cuerpo contrasta con el fondo tumultuoso, sugiriendo que el viaje no es físico, sino interno, mental, trascendental. Psychonaut se presenta así como una visión suspendida entre lo humano y lo metafísico.
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ADEPTUS: Una silueta vibrante se funde en el vórtice de un plano energético, donde el cuerpo físico parece haber sido trascendido por completo. La escena es una epifanía de color y electricidad espiritual, como si se hubiese registrado visualmente la transfiguración de un iniciado en el instante de alcanzar su estado superior. Los tonos iridiscentes envuelven a la figura en campos de energía mutable, y su simetría ritual, al igual que los objetos que porta, insinúan la consumación de una gnosis adquirida a través del tránsito por lo invisible. El entorno, cargado de relámpagos etéricos, evoca un éter vivo, donde cada filamento lumínico responde a la vibración del alma que se expande. Adeptus representa al ser que ha cruzado el umbral de la ignorancia y se erige, ya no como humano, sino como canal de sabiduría arcana. ​​